domingo, 7 de abril de 2013

DUARTE Y EL VALOR DE LA LIBERTAD



L
a revista Humanismo Integral tomó la celebración del Bicentenario del Natalicio del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, valorándolo como el humanista cristiano que es, asumiéndolo como el IV Jubileo de su existencia temporal.

El Jubileo se celebra  partir del 49º año para cumplir en la fecha correspondiente en que se cumple el cincuentenario. Animados por esta razón comenzamos la celebración del bicentenario con la edición del primer trimestre del 2012. Con este número concluimos nuestra celebración en honor del Padre de la Patria.

En  este artículo queremos destacar el valor de la libertad encarnado en Juan Pablo Duarte.

Educación en valores es una frase escuchada frecuentemente. Sin embargo, la superficialidad que caracteriza esta época, pocas veces nos permite profundizar en el criterio pronunciado.

Hemos dicho en diversas ocasiones que lo que para profundizar en el contenido de un valor es necesario penetrar más allá de los sentidos del ver-oaír-oler-guistar-palpar, para  penetrar en lo intangible y, en definitiva, ahí está la raíz de la espiritualidad.

Para comprender el criterio  de la libertad que encarna Juan Pablo Duarte, hace falta asumirla en diversas variables: valor, principio, virtud, espiritualidad.

Entendemos por el valor de la libertad la cualidad esencial de la dignidad de todo ser humano, sin distinción de categoría de ningún género.

Ese valor de la libertad se convierte en principio cuando establecemos normativas para asumir un comportamiento de persona libre y liberadora, exigibles por igual para todo miembro de la comunidad.

La libertad produce su fruto cuando es asumida como virtud mediante la cual los miembros de la comunidad  la convierten en practican cotidiana como  expresión de valor y principio culturales.

Es obvio que este comportamiento nos lleva a la espiritualidad de la libertad que supone encarnarla como manifestación existencial.

En nuestra cultura cristiana, la libertad supone un permanente compromiso con la dimensión social del Evangelio.

El Juramento Trinitario, los símbolos patrios, el Himno Nacional, en definitiva el Ideario Duartiano contiene la libertad como valor, principio, virtud y espiritualidad. Más aún, Duarte es modelo de persona libre y liberadora, cuyo comportamiento ejemplificó con su estilo de vida.

El Mensaje de la Conferencia Episcopal como motivo del Día de la Independencia, titulado: “En el Bicentenario de Juan Pablo Duarte Renovemos Nuestros Ideales”, en 16 capítulos y 83 números nos invitan a honrar a Duarte asumiendo el comportamiento que él asumiría hoy para restaurar qué el nos dio, hoy mediatizada por diversas formas de opresión.

Presentamos a continuación algunas cápsulas del Mensaje, esperando que sirva de aperitivo a nuestros lectores que no la conocen y de medio de reflexión para todos:

“Como Duarte, todo el que quiera salir triunfante en un proceso de liberación, ha de llevar consigo, como a un amigo, al sacrificio y la austeridad. Son los medios más eficaces en momentos de crisis morales, económicas y sociales para subsanar los errores pasados”.

“Esforcémonos todos en pisar las huellas de nuestro Fundador, viviendo según los valores cívicos vividos y defendidos por él, como son: el orgullo de ser dominicano; la lucha por mantener la independencia de la República aunque cueste la vida, el servicio a la Patria con alma, vida y corazón, la actitud democrática, la defensa y el cumplimiento de la ley, y, el constante esfuerzo por la conquista del bien común”.

“Vivamos según los valores trascendentes del Espíritu que motivaron a Duarte para darnos el legado de República Dominicana, tales como la fe en la Santísima Trinidad, modelo de comunión; el espíritu de superación; la libertad y el honor; la austeridad y el sacrificio; la honradez, la honestidad y la transparencia en el manejo de los asuntos públicos; la gratitud y el sentido de justicia; la humildad y capacidad de sufrimiento; y sobre todo, la perseverancia en los principios éticos y morales”.

“Hoy más que nunca se requiere de hombres y mujeres probos en las virtudes morales, con capacidad de sacrificio y de renuncia para sacar adelante la Nación; para contrarrestar la vida fácil, fruto del dinero mal habido; para contrarrestar el narcotráfico, el hedonismo y los vicios en los que se encuentra inmersa nuestra sociedad”.

“Hoy más que nunca se requiere de la templanza y el heroísmo duartiano para construir la paz anhelada y erradicar el espíritu de violencia y de agresividad con que se manejan muchos dominicanos”.

“En este tiempo en el que se ha ido perdiendo en gran medida el respeto a lo ajeno, se requiere como nunca para el buen manejo del patrimonio familiar, empresarial, comunitario, y sobre todo, del patrimonio estatal, de la honradez, pulcritud y transparencia que tuvo el Padre de la Patria”.

“Siguiendo el espíritu de independencia nacional y el ideal de la Patria soñada por Duarte, se requiere que los hombres y mujeres, representantes del poder ejecutivo, legislativo y judicial, a cuya responsabilidad le corresponde guiar los destinos de la Nación, actúen con la suficiente voluntad política para defender el patrimonio nacional, especialmente los recursos naturales y el ecosistema, frente a inversionistas extranjeros o nacionales que atenten contra éste de manera indiscriminada y en perjuicio del bien común”.

“Se requiere también de los ideales de Duarte para actuar con la suficiente voluntad política y establecer un ordenamiento jurídico justo que regule el sistema de partidos políticos, y la política partidista deje de ser una empresa lucrativa de avivatos y se convierta en lo que verdaderamente debe ser, un servicio a la Nación en procura del bien común”.

“Se requiere de la mística espiritual de Duarte, para actuar con la suficiente voluntad política y ordenar el sistema de seguridad ciudadana, limpiar de la corrupción y de la complicidad con el narcotráfico y la delincuencia, a nuestras fuerzas armadas y policía nacional; para formar a hombres y mujeres patrióticos que desempeñen esas funciones y para que el mismo Estado les garantice una remuneración justa y les asegure una vida digna para ellos y para sus hijos”.

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