Ignacio Miranda
Dentro de los términos de
frecuente uso de la presente época, entran presupuesto, excelencia, integralidad,
sostenibilidad, cambio de modelo económico. En la mayoría de los casos se queda
en el discurso. Peor aún, frecuentemente se contradicen con la práctica,
incluso, de sus más fervorosos expositores.
¿A qué se
debe esta incoherencia?.Mi respuesta, reiterativa, es que los valores que contiene
un discurso deben apoyarse en raíces
profundas determinadas por principios
normativos que encarnen sus expositores para que haya coherencia entre el pensar,
sentir, hablar y actuar.
En general, presupuesto es
estimado de anhelos que se pretenden alcanzar en un futuro cercano o lejano. Diciembre
es un mes propicio para presupuestar, no solo por los recursos adicionales que
se reciben sino también porque en las proximidades de un año que termina y otro
que comienza, hay líneas y perspectivas claras para corregir errores y reiterar aciertos.
Desde que conozco el método
Ver-Juzgar-Actuar, obra de Monseñor Joseph Cardijn, hace más de seis décadas,
siempre he creído que éste es como una sustancia capaz de alimentar cualquier otro
procedimiento metodológico, por su esencia: Ver, objetivamente la realidad, enjuiciándola a la luz de nuestra visión del mundo; y, actuar conscientemente reiterando las
experiencias positivas y corriendo las negativas y mejorables.
Las noticias, muchas de ellas
comprobadas y sufridas en carne propia en nuestra cotidianidad, expresan
violencia, injusticia, inequidad, abuso de poder, corrupción, mentira, accidente
de tránsito, inseguridad generalizada, irrespeto a la dignidad humana y al bien
común, contaminación ecológica, pobreza de autoridad.
Abundan las estructuras
organizativas y aún más las leyes, pero
falta la institucionalidad y la justicia, y peor aún, se han concebido o se
aplican en función de intereses particulares y contra el bien común. Creo que no existe ley por mala que sea que impida
hacer el bien, si las personas que deben aplicarla están animadas por el valor de la bondad; como tampoco hay
ley por buena que parezca que produzca resultados buenos si las personas
responsables de cumplirla son indiferentes o perversas.
Con el fin de contribuir a combatir
la crisis existencial que nos arropa, propongo a los
conductores de nuestra sociedad que
aspiran a ocupar funciones públicas, especialmente los candidatos a la Primera
Magistratura del Estado, algunas líneas programáticas que entiendo que contienen
las primacías más urgentes para alcanzar nuestro desarrollo, inspiradas en la identidad nacional, enraizada en el
humanismo cristiano, cuyos valores están expresamente contenidos en el Juramento Trinitario , los símbolos patrios;
como también las enseñanzas académicas y
el testimonio de vida de nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte y sus
discípulos de siempre.
Valores inequívocos de nuestra identidad son libertad, verdad, independencia,
soberanía, cooperación, a partir de las
cuales deducimos las primacías y líneas programáticas en que debería apoyarse
un plan de gobierno dominicano: seres
vivientes sobre cosas materiales, bien común sobre intereses particulares, trabajo sobre
capital, educación sobre instrucción, función sobre funcionario, autoridad sobre poder, justicia
sobre ley. Algunas especificaciones:
Ecología
integral como expresión de la defensa de todo ser viviente, es el compromiso de cuidar el ambiente social y físico que incluye
las personas, las plantas y los animales, a partir de la dignidad humana cuyo
valor es tan elevado que no es posible
medir ni comparar con instrumento
material alguno. La vida temporal de todos estos seres requiere de la armonía
entre todos ellos, y, la excelencia y
sostenibilidad de todo programa, radica
en que se de primacía del ser sobre el tener, el decir y el hacer.
El
bienestar colectivo contiene tanto al todo como a las partes. Sin embargo, una cosa puede favorecer a la parte y
perjudicar al todo, incluida la persona favorecida.
EL TRABAJO tiene primacía
sobre el capital porque se trata del esfuerzo humano creador de riqueza. Esto
lejos de restar importancia al capital, lo valora, si su procedencia es lícita. La historia de la economía nos enseña que
muchas personas ricas elevaron sus propiedades tras largos años de laboriosidad, pagando
retribuciones justas, vendiendo a precios equitativos y cumpliendo con sus
impuestos. También debemos recordar que nuestros habitantes primitivos producían sólo con los recursos que les
ofrecieron “el Padre Dios y la madre tierra”.
Instrucción es conocimiento,
limitado o amplio. Educación es un saber que, además de la instrucción contiene,
la experiencia, la moral, las buenas costumbres, la identidad nacional, en
definitiva, los valores culturales, que, al practicarlos, elevan nuestra
calidad de vida integralmente. Por eso, entiendo que ésta no puede ser confiada
a profesores nacionales incapaces, y mucho menos a “expertos extranjeros”, ni
supeditarse a recursos materiales, mientras me reafirmo en el criterio de
que la mayoría de los componentes del
saber valen mucho y cuestan poco.
Debemos tomar conciencia de que todo dirigente, desde la comunidad familiar hasta el Estado y la Iglesia, requiere poseer la capacidad para encarnar la función que
ocupa y ponerla al servicio del bien
común. Cuanto más sea ésta, mayor debe ser el nivel cualitativo de capacidad del
funcionario. De ahí que el candidato a ocupar la Primera Magistratura del
Estado demanda poseer un perfil de estadista equivalente a encarnar dignamente la rectoría del bien
común avalado con su testimonio de vida.
La
identidad dominicana se fundamenta en la democracia, por lo que, gobernantes y
gobernados, debemos entender que este
concepto tiene su raíz en la libertad,
por tanto, los aspirantes a la
Presidencia, es preciso haber demostrado
ser personas libres y liberadoras. No puede haber democracia sin
dirigentes que encarnen y practiquen la
democracia, a todos los niveles, comenzando por las estructuras que dirigen.
De lo anterior se deduce que es moralmente inadmisible la reelección
presidencial, porque esta función es un recurso de la soberanía nacional que el pueblo
ha delegado en una persona, para que, de manera transitoria, la administre
en favor del bien común y no para provecho
de intereses particulares.
Autoridad,
justicia, legalidad, son tres valores fundamentales para gobernar con dignidad, que Duarte nos
enseña en tan solo dos líneas su discurso: “La Nación dominicana es libre e
independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna otra
Potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propio ni mucho menos
extraña”… “Todo poder dominicano está y
deberá estar siempre limitado por la ley y ésta por la justicia
En concreto: un plan de gobierno
1916-1920, a nuestro juicio, en el orden
social, debe centrarse, en estas línea: compromiso con el
fortalecimiento de la familia para que surjan hogares sólidamente constituidos
que produzcan dirigentes idóneos para conducir las comunidades dominicanas,
desde los cuerpos intermedios hasta el Estado, con la capacidad para enfrentar la tendencia a la masificación y manipulación
de la sociedad por los sectores del
poder, impidiendo su participación y acentuando la brecha entre pobres y ricos.
En el orden
económico: una estructura tributaria que minimice el impuesto al consumo y centre
las cargas impositivas en los altos niveles de ingresos y en los beneficios
empresariales; y, los desembolsos, reduciendo la nómina de empleados a las
funciones necesarias al desarrollo integral, con equidad de una escala de 10 a
1 en las retribuciones; programa de reducción de la deuda pública; e inversión en infraestructura humana y
física, reduciendo al mínimo el desperdicio de recursos incluyendo el agua
lluvia, a fin de optimizar los resultados.
Para todo esto, pongo a la disposición mis libros, especialmente
“Equidad integral”.
EN RESUMEN,
A propuesta como la nuestra le
llaman utopía y algunos hasta se burlan de esto, porque dicen que no es
realista. Mi experiencia octogenaria me permite afirmar que nada es más
realista que la utopía, cuando se sueña despierto con la mente mente fija en lo más alto y los pies bien
afincados sobre la tierra; y nada más irrealizable que el pragmatismo alimentado por el relativismo
Estoy
convencido que nos aproximamos a la tesis de la dictadura con respaldo popular
creada por el profesor Juan Bosh y que sus discípulos aunque lo disimulan la
practican, envolviendo en ella apersonas
incautas, incluso religiosas.
Normalmente escribo sobre
economía solidaria. Esta vez lo hago sobre la política de inspiración
cristiana, procurando arrojar algo de luz en
la proximidad de un panorama
electoral oscuro. Y lo hago en
primera persona para que mi utopía no comprometa a nadie, confesando que mi
única doctrina es el humanismo cristiano cuyo Maestro es Jesucristo y mi
escuela la Iglesia fundada por él.
Como no voy
a poder librarme de la acusación de idealista utópico, presento aquí un nuevo
sueño: que el Presidente Medina, por respeto al juicio de la historia, en el
último momento apoye un candidato de su partido que no haya sido Presidente de
la República y que la oposición se unifique en torno al aspirante que mejor encarne la condición de estadista; y que las elecciones locales sean individuales
aunque hayan alianzas para la segunda vuelta.
Publicado en la revista Amigo del
Hogar, Diciembre 2015.