viernes, 3 de enero de 2014

L A SENTENCIA TC Y LA IDENTIDAD NACIONAL


L
a decisión del Tribunal Constitucional (TC), sobre la nacionalidad dominicana, que tanta energía y tiempo ha consumido, expresa una  línea de la identidad nacional. Pocas decisiones en la historia reciente han producido tantas opiniones en pro y en contra como esta.

A nuestro juicio, la mayor utilidad de esta decisión es que ha servido  para arrojar alguna luz sobre una temática  tan importante, que se inserta dentro  del comportamiento propio de la época contaminada de una superficialidad tal que mucha gente opina emocionalmente sin la formación e información suficientes para llegar a la verdad.

Toda relación social fructífera, debe estar animada por el valor de la solidaridad,  que  concebimos como la actitud de servicio abierta a toda persona o comunidad para compartir penas o alegría; y más específicamente por  la subsidiaridad, que  supone una opción prioritaria con quienes están en situaciones de extrema carencia.

Es obvio que el pueblo dominicano tiene el doble deber de solidaridad y de subsidiaridad con Haití, partiendo de un criterio fundamental: ¡integración, siempre; fusión, jamás!.

Integración es la cooperación para alcanzar el bien común, aportando cada uno según su capacidad y limitaciones; fusión es la renuncia a la identidad de cada uno para crear un estado nuevo.

Nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, nos ha legado unas enseñanzas  histórica tan profundas que serían las mejores pautas para aplicarlas en la solución de los problemas presentes y futuros, como las que  citamos a continuación, extraídas de la recopilación de pensamientos duartianos hecha por el eminente historiador Don Vetilio Alfau Durán, titulada “Ideario de Duarte:

“Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo como los vence y como sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente.  Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor; pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre, ¿lo habrán hecho solo  para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano?

“La Nación dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna otra Potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna propia ni mucho menos extraña”.

“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.

Como nadie puede dar lo que no tiene, nos parece que las opiniones deben girar en torno al criterio de que la identidad nacional tiene primacía sobre la solidaridad y la subsidiariedad


POSICIONES SOBRE LA SENTENCIA

P
ercibimos que hay posiciones tanto en contra como  a favor de la decisión, que,  por el discurso y los antecedentes de sus expositores, ocultan intereses particulares contrarios al bien común; como también que  existen posturas por simple adhesión a grupos o personas afines.

Creemos, por deducciones de posiciones antecedentes, que hay personas cuyas manifestaciones expresan su firmeza con la defensa de la identidad nacional.


NUESTRA POSICIÓN

C
reemos que, por encima de la legalidad de quienes son nominalmente dominicanos, está la legitimidad del compromiso con los valores de la identidad nacional,  traducido en hechos que avalan el discurso con los resultados.

Nuestras  Historia, en sus variables tanto lejana como  cercana,  está  repleta de ejemplos de dominicanos fieles a la dominicanidad; y,  de otros,  que han dado primacía a sus intereses particulares y a su sectarismo contra el bien común y el respeto por la dignidad de todo ser humano.

Juan Pablo Duarte creía, encarnaba, y se comprometió en la instauración de “una Republica  libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera”; Santana, en cambio, le rindió un gran servicio al país con relación a la separación de Haití, pero gestionó la anexión a España, aceptó sus prebendas  a cambio del servilismo y la adulación.

Duarte tenía una posición, fruto de convicciones profundas, como lo avala la Restauración, los hechos que la antecedieron y los discípulos que junto a él encarnaron la dominicanidad, por lo que combatieron la anexión e iniciaron el camino de la restauración.

Hoy día tenemos una nueva forma de anexión al poder extranjero representado por el capital en su doble vertiente de inversión y deuda externa, así como el compromiso político. Esa anexión ha sido gestionada, obtenida e incrementada por dirigentes que nadie cuestiona su legalidad dominicana.

Dentro de tantos valores que definen la identidad nacional, unos de los antivalores que más daño nos hace para continuar el proyecto de Nación legada por Duarte, es la falta de unidad.

Creemos y proponemos economizar energía en discusiones sobre posturas sectarias,  y orientar  nuestros recursos humanos, naturales, financieros,  y de toda naturaleza, para realizar una nueva restauración caracterizada por la unidad, dando primacía al bien común nacional sobre el poder extranjero.

Ese rescate de la dominicanidad  requiere de la identidad personal de todos y cada uno de los dominicanos

Un dominicano ejemplar, que  dedicó su vida al desarrollo integral de nuestro país, usando especialmente la religión, la educación y los medios de comunicación, se trata de Monseñor Juan Félix Pepén, en su  último  libro “La Nación que Duarte Quiso,  nos deja este mensaje:

“Que hagamos de la familia una Iglesia; de la Iglesia una familia; de la Patria un altar y de las autoridades que la gobiernan sacerdotes de la dignidad, de la responsabilidad, de la honradez y de la justicia”.


(Editorial de la edición Octubre - Diciembre de la Revista "Humanismo Integral")

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