Editorial de la Revista Humanismo Integral
Edición No. 59 - Abril - Junio 2013
El oro, como todos los recursos naturales, es un don, un regalo de
Dios, para todos los miembros de una
sociedad. El nuestro, es para todos los dominicanos. La legitimidad de su uso,
radica en que esté al servicio de la vida plena de todos y cada uno de los
dominicanos.
Lo que verdaderamente ningún Presidente ha hecho, es dar primacía a la identidad nacional sobre
el poder extranjero; y al bien común dominicano sobre los intereses partidistas
y sectarios.
A partir de ahí, lo razonable es poner en práctica el principio de que el
Estado es el rector del bien común y su gobierno el conjunto de funcionarios
que encarnan las gerencias de las funciones estatales, a todos los niveles,
sirviendo eficazmente al pueblo que los ha elegido y financia las retribuciones
de electos y designados.
Hasta ahora, nuestro oro solo ha enriquecido al poder
extranjero y a un reducido número de dominicanos infieles que se han puesto al
servicio de los extraños, actuando en defensa de sus intereses individuales y
contra el bien común.
Los colonizadores del siglo XV salieron en busca de
especies y encontraron oro. Contra estos, levantó su voz profética Fray Antón
de Montesino, apoyado por su comunidad
dominica.
En el siglo XX fue la Rosario y el XXI la Barrick Gold. Y
muchos otros pretenden seguir ofertando “espejitos” y demandando oro y otros
metales.
Nuestros dirigentes
precolombinos procedían con mayor
prudencia y racionalidad que en la actualidad. Al menos preferían que el oro
permaneciera en las entrañas de “la madre tierra”.
Creemos, firmemente, que la riqueza de nuestro subsuelo
solo debe explotarse con el objetivo de elevar la calidad de vida de todos y
cada uno de los dominicanos.
Lo expresado anteriormente, significa que esta riqueza, en ningún caso, puede afectar la ecología física, y menos la
humana. No puede contaminar las plantas, los animales y mucho menos a las
personas que, como profetizó Montesino, somos sus legítimos dueños, a quienes
el Creador nos legó para que, como criaturas suyas, la defendiéramos y
acrecentáramos.
Desde el año 1939 se han hecho serios estudios sobre
nuestras riquezas mineralógicas. Lo que no se ha hecho, es el inventario de de los recursos humanos
dominicanos, no importa el partido a que pertenezcan, o si no son miembros de grupo alguno,
simplemente que sean recursos humanos dominicanos.
Lo que hay que hacer, es designar los recursos humanos más
cualificados al frente de la conducción de los recursos físicos.
Esta prueba
demostrará que nuestro país no carece de recursos ni físicos ni humanos para
alcanzar su desarrollo integral.
Las riquezas mineras, luego de asegurarse que no
contamina a los seres vivos, siendo recursos no renovables, debe programarse su
uso de modo que la mayor proporción de sus ingresos se invierta en
infraestructura que dinamice la economía en función del bien común.
Entiéndase bien, inversión no es gasto. Es desembolso
generador de empleos y productos, capaces de sostener un proceso dinámico de
desarrollo integral.
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