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arcotráfico, proliferación
de armas, prostitución, enfermedades epidémicas, muertes por accidentes,
contaminación ambiental, violencia de toda naturaleza, con grandes proporciones
intrafamiliares; falta de prioridad en la UASD, complicidad de funcionarios en
actos delincuenciales, sindicalistas muy severos en el reclamo de derechos pero
ligeros en el cumplimiento de sus deberes, el estilo del uso de niños como
trata de personas, oficiales de organismos armados del Estado integrantes de
asociaciones de malhechores, irrespeto por el campo santo, son delitos que
frecuentemente publican los medios de comunicación.
Lo más penoso de todo esto es que la mayoría de las
personas, tanto víctimas como victimarias, es gente que podría quedarle más
tiempo por vivir que el ya vivido.
En sintonía con
nuestro compromiso con la educación en valores inspirada en el humanismo
cristiano, destacamos algunas inquietudes con relación a las noticias de orden
social.
Son frecuentes
las opiniones, incluso de funcionarios estatales, que favorecen la legalización
del consumo de droga y la libre importación de armas de fuego, como vía de
control de estos instrumentos de muerte.
En nuestra
opinión, la ley debe estar siempre al servicio
del bien como fundamento del respeto a la vida. Por lo tanto, entendemos,
que la legitimidad de una ley debe estar
orientada a preservar la vida y a sancionar todo atropello a los seres
vivientes a partir de la persona humana. Drogas y armas son instrumentos de
muerte y consecuentemente su comercialización es moralmente ilegítima.
Si profundizados
un poco en la esencia de todos estos problemas, y otros que no aparecen en los
medios de comunicación, percibiremos que tienen una estrecha relación y
conexión.
Como tenemos la firma convicción de que la solución a todos ellos solo la
encontraremos a partir de la palabra de Dios, cuya esencia son sus
mandamientos, me complace compartir con
los lectores de Humanismo Integral el “diálogo” entre Jesucristo y el joven
rico, que nos enseña en el Capítulo XIX de su Evangelio según San Mateo:
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