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undada el 27 de
febrero de 1993, la Fundación Humanismo Integral, arriba, en este período, a su
20º Aniversario.
Hemos hecho lo
que hemos podido hacer, con nuestras limitaciones económicas, pero con la
dignidad de haber financiado nuestras actividades con los recursos propios,
liberados de toda mediatización y condicionamiento que, normalmente imponen los
sectores de poder.
La Revista
Humanismo Integral, con las limitaciones técnicas que imponen las carencias de recursos financieros,
estamos seguros de haber cumplido un estilo de difusión y educación en los
valores del humanismo cristiano que, junto al programa de radio y a los cursos-taller, han dado a conocer un humanismo cristiano
renovado e inculturado en los valores de la sociedad dominicana.
La pedagogía de
comunicación del humanismo
cristiano, a partir de un decálogo de
valores inspirados en la dimensión social del Evangelio, con una orientación
eminentemente sociológica, constituye una innovación en la enseñanza de la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
La creación de un tipo
de economía solidaria de comunión
y participación, concebida a partir
de una instrucción académica y una práctica, inspirada en la dimensión social del
Evangelio, dinamizada por un Fondo Institucional de Cooperación (FIC) que
suscita la participación por efecto de demostración, unidad y colaboración de
empleados y empleadores, son criterios de identidad de un nuevo sistema
económico.
Los frutos de la
FHI no serán cosechados por sus fundadores sino por las generaciones futuras
porque son como ciertos árboles maderables o frutales de producción tardía.
Todo fundador tiene la firme convicción de que su rol es sembrar y que el
cosechar, como la vida misma, no depende del sembrador porque solo Dios sabe el
final de su existencia. Pero cada sembrar también cosecha frutos de árboles que
no ha sembrado.
El mayor valor
del humanismo cristiano, como el de toda doctrina es eminentemente subjetivo y
espiritual.
Lo hemos
comparado con un árbol frutal que produce exquisitos, abundantes y saludables
frutos que contiene: unas profundas
raíces, que son la espiritualidad
cristiana; un fuerte tronco, que es el
compromiso con la sociedad que asumen
sus miembros, encarnando la unidad por
el valor de la justicia; abundantes y sólidas ramas, que son la
responsabilidad personal en el cumplimiento del deber; un follaje exuberante,
que es la eficacia en la acción; y el fruto, que es el resultado cuya satisfacción produce un estado de armonía
integral que, en definitiva, es la paz personal y comunitaria.
Nos anima la espiritualidad del humanismo integral, que
contiene como principio metodológico la primacía del ser, que nos impulsa a dar pasos ordenados y
sucesivos: ser más*producir más* tener más* compartir más*.
Algunos amigos de la FHI a veces pasamos largo tiempo sin vernos, pero tenemos la certeza de
que donde realizan sus tareas habituales actúan con la dignidad de quien
encarna el humanismo cristiano y su esfuerzo va siempre encaminado a dar
primacía al bien común sobre los intereses particulares, conscientes de que del fruto producido participan tanto la comunidad como cada una de las personas que la integran.
En nuestro
comportamiento hemos procurado educarnos y educar para superar las
confrontaciones. Más aún, tratar de dialogar y compartir aquellas cosas que nos
unen, dejando de lado las que nos
separan, usando el criterio de tolerancia en este sentido: respetar los
criterios y las acciones ajenas con las que no estamos de acuerdo, sin
renunciar a nuestras firmes convicciones.
Algunos, en
estos 20 años, como diría el Padre Lucas, “se han mudado” a la morada
celestial. Recordamos a Félix Manuel Cordero, Josefina Estrella de Rodríguez,
Luis Eduardo Martínez Espaillat.
Los próximos que
se muden, solo Dios lo sabe. Pero
yo sé que las nuevas vías del humanismo cristiano que hemos
iniciado no se detendrán, porque las lecciones del Evangelio, enseñada y practicada por su
Maestro, son tan eternas como él mismo: “Jesús
Mesías es el mismo hoy que ayer y será el mismo
siempre”. (Hebreos,
Capítulo XIII).
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