Del privilegio a la igualdad: “Dios no hace distinciones
sino que acepta al que le es fiel y obra rectamente” (Hechos, Capítulo X).
De la dependencia u opresión, a la libertad o independencia: “Ustedes para
ser de verdad mis discípulos, tienen que atenerse a ese mensaje mío; conocerán
la verdad y la verdad los hará libres” (Juan, Capítulo VIII).
De la mentira, el aguaje, a la verdad y la autenticidad: 12) “…nada hay oculto que no deba descubrirse, ni
nada secreto que no deba saberse o hacerse público” (Lucas, Capítulo VIII).
De la
injusticia, a la justicia: “No darán
sentencias injustas. No serás parcial, ni por favorecer al pobre ni por honrar
al ricio. Juzga con justicia” (Levítico, Capítulo XIX).
De la
holgazanería, a la laboriosidad: “No he deseado dinero, oro ni ropa de nadie. Saben por experiencia que
estas manos han ganado lo necesario para
mí y mis compañeros. En todo les
he hecho ver que hay que trabajar así para socorrer a los necesitados,
acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en
recibir”. Hechos, Capítulo XX).
De la
especulación, honestidad: “Todo lo que querrían que hicieran los demás por
ustedes, háganlo ustedes por ellos, porque eso significa la ley y los profetas”
(Mateo, Capítulo VII.
De las rivalidades, a la armonía: “Crezcan la
gracia y la paz entre ustedes por el conocimiento de Dios y de Jesús, Señor
Nuestro…. Pongan todo empeño en añadir a su fe la virtud, a la virtud el
criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la
constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el
amor” ( II Pedro, Capitulo I).
De la desunión, a
la unidad: “…sean de lo más humilde y sencillo, sean pacientes y conllévense unos
a otros con amor. Esfuércense por mantener la unidad de crea el Espíritu,
estrechándola con la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu como uno es
también la esperanza que les abrió su llamamiento, un Señor, una fe, un
bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en
todos. Pero cada uno hemos recibido el
don en la medida en que el Mesías nos lo dio” (Efesio, Capítulo IV).
De la
inequidad, equidad: “…unidos al Mesías formamos un solo cuerpo y,
respecto de los demás, cada uno es miembro, pero con dones diferentes, según el
regalo que Dios nos haya hecho… no piensen en grandeza, que lo atraiga lo
humilde… estén en paz con todo el mundo” (Romanos, Capítulo XII).
Del consumismo, a
la austeridad: “…no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que
me sacie y reniegue de ti, diciendo: ¡Quién
es el Señor, no sea que, necesitando, robe y blasfeme del nombre de mi
Dios” (Proverbios, Capítulo XXX).
De la incapacidad,
a la sabiduría: “…el saber que baja de lo alto es, ante todo,
límpido y luego apacible, comprensivo y abierto, rebosa buen corazón y buenos frutos, no hace
discriminaciones ni es fingido. Y la buena cosecha de honradez, con paz la van
sembrando los que trabajan por la paz” (Santiago, Capítulo IV).
De corrupción, a
la fidelidad:) “Guárdense de toda codicia,
que aunque uno tenga de sobra, la vida no depende de los bienes” (Lucas,
Capítulo XII).
Del relativismo, a la
firmeza: “Dichoso quien no acude a la reunión de los malvados ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en
la sesión de los arrogantes; /sino que su tarea es ley del Señor y susurra esa ley día y noche. / Será como un árbol
plantado junto al río, que da fruto a su tiempo, su fronda no se marchita; en
todo lo que hace prospera. / No sucede así con los malvados, serán como paja
que lleva el viento”
(Salmo, I).
De la arrogancia, a la sencillez: “…con la alegría del Espíritu
Santo, exclamó: Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, por si has
ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las ha revelado a la gente
sencilla” (Lucas, capítulo X).
Del autoritarismo, a la autoridad: “Cada
autoridad tiene una superior, y una suprema vigila sobre todas” (Eclesiastés,
Capítulo V).
Del individualismo, a la fraternidad: “La manifestación particular
del espíritu se le da a cada uno para el bien común…. Es un hecho que el cuerpo
siendo uno tiene muchos miembros, pero los miembros, aún siendo muchos, forman
entre todos un solo cuerpo (I Corintios, Capítulo XII).
De la temporalidad, a la
eternidad: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos, Capítulo
V).
De la violencia, a
la paz, de la cultura de la muerte a la cultura de la vida: …“la
lealtad y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la
fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos
dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto” (Salmo 84).
Percibir los problemas y encarnar los valores, principios
y virtudes que representan la solución es responsabilidad de todos. Pero el
grado de compromiso es directamente proporcional al nivel de la función que
cada desempeña y al grado de responsabilidad con que es asumida.
Conductores de la sociedad, comunicadores sociales y
agentes económicos, son los principales responsables de las soluciones.
Los dirigentes de las
comunidades, desde los padres de familia hasta
los funcionarios del Estado, deben ser los primeros en encarnar los
valores que dan respuestas a los problemas de la sociedad, más las acciones que
con el discurso, pues como expresa la sabiduría popular: “las palabras mueven,
pero el ejemplo arrastra”.
El discurso es propio de los
comunicadores. Para merecer el respeto de sus interlocutores deben comunicar la
verdad de manera objetiva. Entendemos aquí por comunicadores a todos los seres
humanos que, habitualmente, asumen la responsabilidad de expresar ideas
para enriquecer el criterio de otras personas: padres de familia, maestros,
periodistas, religiosos.
Los agentes económicos son
los mueven el sistema de producción, distribución y consumo de las riquezas:
consumidores, inversionistas, trabaja-dores, Estado.
(Publicado en la edición octubre - diciembre de 2012 de la revista "HUMANISMO INTEGRAL".)
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