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e
entrada, conviene aclarar que, como nuestra revista es órgano de difusión de la
FHI, es educativa, de orientación ideológica política no partidista, fundamentada
en la doctrina del humanismo integral; de periodicidad trimestral, y,
consecuentemente, es diferente a los
demás periódicos, incluso los de su género.
Aclaramos,
además, que este editorial es, en esencia, continuación del de la edición
anterior, por un lado; y, por otra parte, que no nos mueve ningún interés
particular, sino el bien común dominicano, enraizado en la justicia y la
equidad y cuyo producto es la paz; nuestros recursos, humanos y físicos,
proceden de personas comprometidas con el humanismo cristiano.
Hecha
esta aclaración, nos centramos en la política fiscal del Gobierno actual.
La
política fiscal, variable de la política económica que, junto con la
política monetaria, constituyen el quehacer del Estado en la actividad económica,
puesta servicio del desarrollo integral, como expresión del bien común.
El
instrumento de aplicación de la política fiscal es el presupuesto estatal, que
contiene dos variables: las estructuras tributaria y fiscal.
Existe
una tendencia generalizada a rechazar la expresión “reforma fiscal”, debido a
las experiencias anteriores de su mal uso como eufemismo de incremento
tributario, con el agravante de que, al vivirse una época marcada
por el facilismo, estos gravámenes se aplican, esencialmente,
a los impuestos al consumo, reduciendo el poder adquisitivo de los consumidores
y la disponibilidad monetaria de los empresarios, especialmente de las
empresas más pequeñas.
Aplaudimos
el procedimiento que, en materia fiscal ha venido siguiente el Presidente
Medina, que, entendemos animado de prudencia, con acciones concretas y sin
muchos discursos; mientras llamamos a las personas de buena voluntad que
encarnan diferentes sectores del país, a no reclamar, y mucho menos exigir,
cosas que no estarían en capacidad y disposición de hacer ellas en las mismas
circunstancias.
II
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umerosas
designaciones han alarmado a muchas personas. Algunas de esas designaciones no
son de nuestro agrado. Tampoco nos satisfacen algunas propuestas tributarias
que obedecen a intereses particulares, contra el bien común y, por ende,
impiden el desarrollo integral del país.
Entendemos,
sin embargo, que el Presidente Medina tiene serias limitaciones
económicas, legales, partidarias y de otros sectores de poder tanto internos
como externos.
Como
el período de esta edición concluye en el Mes de la Biblia y, convencidos
como estamos de que esta fuente de sabiduría conviene aún a los que no creen en
Dios, cito una frase de un hombre modelo, quien “pasó por el mundo haciendo
el bien”, que entendemos muy útil no solo al Presidente Medina sino
también a los funcionarios de su Gobierno: “no está hecho el hombre por el
sábado sino el sábado por el hombre”. Vale decir que, con prudencia, nada
impide hacer el bien. Mi padre decía con frecuencia, y, más aún, lo ponía en
práctica: “ni imprudencia ni cobardía”. Yo lo aplico en términos positivos:
prudencia y valentía.
Lo
anterior me conduce a la esperanza de que el Presidente Medina, hará, en breve,
sustitución de designaciones; y, al mismo tiempo, no hará nada que vaya contra
el bien común, y menos para complacer intereses de poderosos, que, en
definitiva, su poder es efímero en comparación con el futuro inmediato, mediato
y lejano de nuestro país.
DESEQUILIBRIO PRESUPUESTARIO
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resupuesto
es estimación de ingresos y egresos. Para conseguir su equilibrio, que es lo
conveniente para el Estado, se hace necesario un ingreso similar a un
egreso; un excedente supone mayor ingreso que egreso; un egreso
mayor, provoca un déficit y, consecuentemente, un desequilibrio.
Existen
dos formas para restaurar un desequilibrio de esta naturaleza:
aumentando los ingresos o disminuyendo los gastos.
Los
egresos en gastos son tan grandes en el Gobierno dominicano, a consecuencia de
una mala gestión, que su disminución no
solo evitaría nuevas cargas tributarias, sino que podría realizarse, con
sus excedentes, grandes inversiones en infraestructuras físicas y
sociales, con recursos internos.
NUESTRA PROPUESTA
1) La austeridad debe comenzar por
una reducción de los desembolsos en los gastos personales, incluyendo una
reestructuración de las funciones que encarnan esos funcionarios.
2)
Disminución de los impuestos al consumo
3)
Incremento de la inversión.
4)
Planificación, de cada actividad, estableciendo las metas, evaluando sus
resultados y corrigiendo los efectos negativos, incluyendo la sustitución de
recursos humanos responsables de los fracasos.
5)
Hacer de las empresas estatales, funciones públicas y organismos descentralizados,
modelos de eficiencia y eficacia
gerencial.
6)
Convertir la CDEEE en una empresa mixta unificada en tres gerencias
departamentales que serían generación, distribución y contraloría, dirigida por
gerente general.
7)
Disminución y control de la
inflación, motivada básicamente por altos costos de servicios estatales y
privados, dentro de los cuales están los impuestos al consumo, combustibles,
eléctricos, transporte, comunicaciones; así como especulación comercial.
8)
Regular la inversión extranjera de manera que contribuyan al desarrollo del
país, sin afectar la sostenibilidad, comenzando por el respeto al medio
ambiente.
9)
Crédito sólo cuando responda a las condiciones de baja tasa de interés,
inversión de 100% y capacidad para generar su propia devolución.
10)
Las designaciones deben hacerse de manera que recaigan en funcionarios que
encarnen dignamente el cargo asumido, por su capacidad integral.
OBSTÁCULOS
Y SOLUCIONES
Hay
que destacar que muchas estructuras, algunas de ellas con objetivos similares,
sus gastos no consisten solo en el pago de sueldos sino en una serie de
desembolso adicionales. Lo racional es que sean fusionadas, lo mismo que otras
de naturaleza diferentes que no requieren ser ministerios podrían integrarse a
estructuras ya existentes o crear una nueva que las asile a todas.
(Editorial de la edición julio - septiembre de la revista "Humanismo Integral".)
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